miércoles, 27 de octubre de 2010

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A las chicas nos cuentan muchas historias desde pequeñas, grandes cantidades de cuentos de hadas en que las protagonistas eran bonitas princesas que esperaban ser rescatadas por sus apuestos príncipes; para luego ser felices por siempre jamás y comer perdices.
Fui tan estúpida…que andaba esperando que un día viniese mi príncipe montado en su caballo lanzando declaraciones de amor. No debí creerme todas esas historias que me contaron y mucho menos las que leí. Porque siempre andábamos esperando el chico perfecto, el beso prefecto, el típico final feliz.
Luego, están todas esas situaciones en que constantemente nos convencían de que eran las chicas las buenas de la película, mientras que a los chicos directamente los tachaban de malos.
A las chicas nos enseñan muchas cosas desde pequeñas, si un chico te incordia es que le gustas. Por ejemplo, las veces en que un chico le decía cosas horribles a una chica, como en los momentos en que se reían de ella, le empujaban o simplemente no le dirigían la palabra. Directamente, te decían “Cariño, sabes porque ha dicho esas cosas, esas cosas horribles…es porque le gustas. Ese niño te ha dicho esas cosas horribles porque está enamorado de ti.”
Ahí está, ahí es donde empieza nuestro problema.
¿Sabes qué significa eso? Que nos convencen, que nos programan para creer que si un chico se porta como un capullo, significa que le gustas.
Luego en la adolescencia, seguimos con lo mismo. Cuando una cita falla, ya están tus amigas diciéndote: ”¿Sabes cuál es el problema? Le gustas demasiado. Eres muy guapa e interesada. Es mucho para él. Está loco por ti. Seguro que ha perdido tu número. No te invita a salir porque le intimida tu éxito profesional. Lo hace porque ese hombre nunca ha tenido una relación seria.”
¿Por qué nos decimos estas cosas unas a otras? Puede que sea porque nos da mucho miedo y es demasiado duro admitir la evidencia que tenemos delante de nuestras propias narices.
Lo peor viene cuando nos decimos constantemente unas a otras: “Algún día conocerás a un hombre maravilloso y tendrás tu propio final feliz.” ¿Cómo podemos ser tan estúpidas?
Estamos tan obsesionadas por encontrar nuestro final feliz, que nos olvidamos de leer las señales; las que diferencian a los que nos quieren de los que no, a los que se quedaran de los que se irán. Y es posible que ese final feliz no incluya al hombre ideal, puede que, seas tú recomponiéndote y volviendo a empezar, liberándote para algo mejor que puede haber en tu futuro. Puede que el final feliz sea simplemente, pasar página. O puede que el final feliz sea saber que a pesar de todas las llamadas no devueltas, de todos los desengaños, las meteduras de patas y las señales malinterpretadas, a pesar de todo el dolor y el bochorno, nunca perdiste las esperanzas.

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